miércoles, 5 de septiembre de 2012

Escritores y gatos


Los gatos y sus escritores: Algunos gatos y algunos escritores han vivido en gozosa armonía. Y no es exagerado afirmar que los felinos fueron, y son fuente de inspiración para la literatura. A continuación doy algunos ejemplos sin pretender ofrecer una recopilación exacta. Son ejemplos.

H. G. Wells tuvo un gato llamado Mr. Peter Wells.

Tennessee Williams tuvo un gato llamado Topaz.

Charlotte y Emily Brontë tuvieron un gato llamado Tiger que jugaba con el pie de Emily mientras ella escribía "Wuthering Heigts".

Alejandro Dumas tuvo los gatos Mysouff I y Mysouff II, siendo este último de color blanco y negro, el favorito del escritor, pese a que se comiera en una ocasión todos los pájaros exóticos de la casa. También tuvo un gato llamado Le Docteur.

Charles Dickens tuvo una gata llamada William a la que rebautizó con el nombre de Williamina. Todo ello se debió a que consideraba que su gato era un macho y gracias a que tuvo una numerosa camada de gatitos descubrió que era una hembra. Y eso que la gata avisó al escritor de que no era un macho cuando inició los preparativos del parto con su traslado dentro del estudio de Dickens. De esa camada nació Master's Cat y fue el único que se quedó con Dickens.

Mark Twain tuvo numerosos gatos como son Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan, Sin, Sour Mash, Tammany y Zoroaster.

Lord Byron tuvo cinco gatos que llegaron a viajar con él. Entre ellos destacamos a Beppo, cuyo nombre fue recogido por Borges para bautizar al suyo, originalmente llamado Pepo.

Edgar Allen Poe tuvo una gata llamada Catarina, quien se sentaba frecuentemente en su hombro mientras él escribía. La gata le inspiró la obra "The Black Cat".

Victor Hugo tuvo un gato llamado Chanoine, aunque inicialmente se llamaba Gavroche y no le gustaba, y otro que se llamaba Mouche.

F. Scott Fitzgerald tuvo un gato llamado Chopin.

Theóphile Gautier tuvo numerosos gatos a los que llamó Childebrand (un gato negro y rayado al que mencionó en "La Ménagerie Intime"), Cléopatre (hija de Epoine y a la que le gustaba mantenerse sobre 3 patas, siendo mencionada en la misma obra), Don Pierrot de Navarre (a este gato blanco le gustaba robarle la pluma y engendró a 3 gatitos negros, siendo mencionado en la obra anterior), Enjoras (este gatito negro era hijo de los blancos Don Pierrot y de Séraphita y fue bautizado con un nombre procedente de la obra "Les Miserables", siendo también mencionado en la obra anterior), Eponine (gato de piel negra con los ojos verdes procedente de los mismos padres que Enjoras, con la misma procedencia de su nombre y siendo mencionado en la misma obra), Gavroche (gato negro con idénticas referencias al anterior), Madame Theóphile (gata blanca y roja a la que le gustaba robar la comida y mencionada en la misma obra), Séraphita (gata blanca que tuvo 3 gatos negros con Dom Perriot y también aludida en la obra anterior) y Zizi (un angora que le gustaba tocar las teclas del piano y también mencionado en la misma obra).

Colette esta escritora tuvo varios gatos: Franchette, Kapok, Kiki-la-Doucette, Kro, La Chatte, La Chatte Dernière, La Touteu, Mini-mini, Minionne, Muscat, One and Only, Petieu, Pinichette, Toune, Zwerg y Saha, a la que dedicó su novela "La Chatte".

T. S. Elliot tuvo varios gatos llamados George Pushdragon, Noilly Prat, Pattipaws o Pettipaws, Tantomile y Wiscus. Les dedico un delicioso libro de poemas muy felino.

Walter Scott tuvo un gato llamado Hinse al que le gustaba molestar a los perros de Scott, hasta que en 1826 uno de esos perros acabó con su vida.


Hemingway vivía rodeado de gatos de seis dedos en cada pata, y escribió el relato "El gato bajo la lluvia" (como el de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes), del que dijo Gabriel García Márquez que era el mejor cuento que había leído en su vida. En el museo floridano, una de las residencia del escritor, los descendientes "seis dedos" forman parte del entorno y están protegidos y mimados. También había mininos en la finca "Vigía", cerca de La Habana en Cuba.


Gatos en Julio Cortázar por Francesc M. Rotger
Ahora que hace veinticinco años que se fue para siempre a los tejados de París, a mirar a las magas desde las mansardas (recuerdo con bastante nitidez la jornada; y la correspondencia de aquel día), hemos recuperado las imágenes sepias de Julio Cortázar. En una de ellas, sentado en el suelo, el gran cronopio mira por la ventana; al otro lado del vidrio, un gato le mira a él. En otra aparece con un gato atigrado en los brazos, él con esa belleza triste que apuntaba Matías Vallés en la portada de Bellver el otro día, el gato con ese gesto solemne y enigmático de los gatos. Queda claro que el gato es un ser superior, Charles Darwin debió olvidarse de los gatos en sus análisis. Ya dijo Mark Twain que el cruce de persona con gato sin duda mejoraría la especie humana, pero empeoraría a los gatos.

Teodoro W. Adorno era el gato de Cortázar, aunque esto no es correcto, porque los gatos no son de nadie. Como mucho, te conceden que les des de comer, que los tengas en casa y que les rasques, si a ellos les apetece. El mismo Cortázar describe cuidadosamente el proceso en su cuento La entrada en religión de Teodoro W. Adorno. Julio Cortázar eligió para aquel gato el nombre del filósofo, a quien por cierto la Universitat de les Illes Balears dedicó no ha mucho un simposio, con sus ponencias oportunamente publicadas. Adorno negó que después de Auschwitz pudiera seguir escribiéndose poesía, reflexión que continúa inquietándonos.

"Rayuela" es uno de esos libros que han cambiado la vida de la gente. Aunque yo tengo que reconocer que empecé a leer a Cortázar por el final, por Los autonautas de la cosmopista, un libro que escribió junto a su segunda mujer, Carol Dunlop, narrando un viaje de París a Marsella en furgoneta. Rayuela es la librería del barrio de mi niñez en Bilbao, en la calle Huertas de la Villa, que en euskera se dice Uriortu; mucho más corto y sin duda menos poético. Hay librerías que se llaman así, Rayuela, en Málaga, Sevilla, Sigüenza, Barbastro. Los gatos no leen, no tienen dinero (ni lo necesitan), pero en Rayuela también salen gatos. Qué sería de los tejados de París sin los gatos, de las calles monacales palmesanas, de los muelles mediterráneos en su conjunto.


http://www.diariodemallorca.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009021300_16_435643__Cultura-gato-Cortazar

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