lunes, 1 de octubre de 2012

Museo felino en Amsterdan:KattenKabinet

Hola felinófilos agudos del planeta:Me ha parecido muy apropiado editar en "Reino Felino" un reportaje sobre el KattenKabinet de Amsterdan. Es de elec.net. Espero que os guste. Mewwau.
Ejército de transgénicos felinos. Pennigton.

No soy amigo ni sirviente; soy el gato que camina solo, y todos los lugares son iguales para mí“. Esta frase tan tajante es el motivo reiterado de la fábula “The Cat That Walked For Itself” de Rudyard Kipling, y el lema de un extraño museo que pude visitar este invierno en Amsterdam: el KattenKabinet, dedicado íntegramente a los gatos.

La casa que alberga este museo de arte está al lado del Herengratch, un lugar céntrico pero recogido. Es un lujoso edificio construido en 1667, con enormes salones y tres plantas: en 1985,Bob Meijer restaura el edificio y en 1990 funda el museo en memoria de su gato  naranja, J.P. Morgan.
Cuando el gato cumplió 15 años, Meijer hizo imprimir una edición limitada de billetes de un dólar. En ellos el rostro de Washington ha sido reemplazado por el de su adorado gato, y la frase In God we trust se ha convertido en We trust no dogs (no confiamos en perros). Los múltiples regalos: cuadros, esculturas y objetos que John Pierpont Morgan recibió en sus cumpleaños formaron la base de este museo.
Al entrar a la casa (hay que tocar una campanilla) hay un saloncito con una especie de taquilla a la derecha y unas escaleras de madera al frente. El día que fui estaba todo muy silencioso y no había visitantes. Pagué los 5 € de la entrada y subí  las crujientes escaleras a la planta superior donde están las colecciones; había otro piso más por encima, pero el acceso estaba restringido (ahora he descubierto que también tienen un hotel, aunque algo caro para mi status: 250 €/noche). Lo primero que se ve es una colección de carteles entre la Belle Époque y mediados de siglo XX, en los que aparecen gatos más o menos como protagonistas. Este pasillo entretiene un rato, y cuando me estaba preguntando si eso era todo -lo cual no hubiera resultado raro- fui a dar a los salones.
salonImaginaos una casa del siglo XVII con muebles de época, enormes ventanas, y techos con artesonados y pinturas. Esta casa, con el suelo cubierto de alfombras, está amueblada tal  como una vivienda; las vitrinas dispuestas aquí y allá no desvirtúan la ilusión de que va a aparecer alguien con una bandeja de café o leyendo en un sofá. Y todos y cada uno de los adornos que hay: cuadros, esculturas, pisapapeles, tapices… son obras de arte originales con el tema del gato. Parece el apartamento de Selina Kyle (cat woman de Batman), y hay un aire lóbrego y siniestro en la luz que entra por los ventanales. Silencio total: sólo se oye el tictac de un reloj y de una pieza de video-arte en forma de flipper en el que los topes son gatos-campanilla de porcelana.
De repente se puede percibir el lado siniestro del felino: los amables posters de Steinlen dejan paso a cuadros surrealistas, a oscuros lienzos con gatos de extraños rasgos. Cabezas de momias y sarcófagos traídos de Bubastis se codean con esculturas Art-Decó y raras piezas de distintas partes del mundo. En el salón de música hay dos elementos disonantes: un cajón de arena debajo del piano, y un horrible cuadro que abarca toda la pared en el que un mago invoca gatos demoníacos (he encontrado la web de un tío que fotografió ese cuadro). Y en ese momento percibí que me estaban mirando! Un gran gato gris saltó de una butaca a la alfombra, estirándose. Me miró un momento y luego siguió su camino por las salas ignorándome, como debe hacer un felino.
Había al menos tres de estos gatazos rondando por el museo a sus anchas, aunque su salón preferido parece ser la sala de venta de posters, donde hay unos cojines. Conscientes de que están en su casa, me recordaron a los gatos siameses que menciona Lobsang Rampa en sus libros como custodios de los tesoros del monasterio: suaves y solapados, se dejan acariciar gustosos; pero como alguien tocase una sola pieza de la cámara le harían tiritas.
Hay más de 500 piezas de arte originales en este museo singular entre los que aparecen algunos nombres sorprendentemente famosos (hasta un dibujo de Picasso!). Una curiosidad en un ambiente surrealista; una manera más de flipar en Amsterdam sin honguitos mágicos.
Web del Kattenkabinet   
Tomado de elec.net


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